Iglesia Nuestra Señora Reina de la Paz es el nombre completo aunque en proyecto figure como Iglesia y residencia de los Padres capuchinos, pues esa es la doble función original del edificio, y también es popularmente conocida como iglesia «de los plantones» por el motivo que pueden ustedes imaginar.

Durante cuatro siglos el Convento de San Felipe de la Penitencia ocupó ese mismo lugar, pero su deterioro y problemas de humedad alentaron las ansias de progreso, que en aquellos años sesenta del pasado siglo se entendía como demolición del patrimonio para levantar cuantas más plantas mejor.

Llama la atención que la iglesia no se ubique en la mejor parte de la parcela, la esquina, sino que para un mejor aprovechamiento económico se destine la mayor parte del perímetro a vivienda encajando la nueva iglesia entre medianeras, debiendo adaptarse a las dimensiones y forma del patio interior.

Aun así Pedro Ispizúa proyecta un edificio de una gran singularidad, hacia la Plaza de España abre un enorme arco parabólico recubierto de pequeñas teselas cerámicas, quizás pueda verse una relación con las prácticas que en su juventud realizó con Antoni Gaudí. La descomunal torre campanario que debía presidir el conjunto por suerte o por desgracia no llegó a construirse.

Al interior se traslada el arco de fachada, o quizás es a la inversa, dando lugar a una extraña reinterpretación del espacio litúrgico, una serie de arcos decrecientes focalizan la mirada a un sobrio retablo, ni rastro del desmantelado en la vieja iglesia, y a los laterales los pilares apantallados alojan las capillas y soportan una galería que contribuye a configurar una imagen más próxima a un auditorio o una sala de conciertos que lo que acostumbramos a entender por una iglesia católica.

Fotos cortesía de Wikicommons (Zarateman), Guía de Arquitectura de Valladolid, kikeconk