Navajas Suizas, Federico Rodríguez

 

Publicado originalmente en MUDA Arquitectura como parte del Call for posts convocado por esta casa.

Navajas suizas

   Si alguien nos propusiera poner un ejemplo de alguna cosa que sea versátil, polivalente o multiusos, es posible que la respuesta más común fuera “la navaja suiza”.

   En cambio, ¿podríamos encontrar algún ejemplo que tuviera la capacidad o más bien la cualidad de superponer y  simultanear diversas acciones?

Se me ocurre uno. Propongo un espacio. Este espacio reúne las siguientes características físicas objetivas:

//Una superficie dura, lisa y horizontal//3 árboles//9 bancos//6 farolas//1 escultura de un santo sobre un gran pedestal//Varios edificios alrededor, entre ellos dos iglesias//

Veamos:

   Más o menos a partir de las cinco de de la tarde de cualquier día de la semana empiezan a llegar niños y padres. Acceden a este espacio desde tres esquinas. En un instante ha comenzado un partido de fútbol o algo parecido. Una de las porterías está entre una pared y el santo, la otra, en lugar de estar enfrente de la primera, se ubica a la vuelta de una esquina entre una farola y un árbol. Esta segunda portería sirve también para otro partido que acaba de comenzar con otro grupo. De momento tenemos dos partidos de fútbol que comparten una portería con dos porteros. Supongo que cada portero sólo tendrá que parar el balón que lancen los de su partido. Estos dos campos de fútbol están siendo atravesados continuamente por un escuadrón de niños que se han convertido en serpientes. Uno de los niños avanza con el balón hacia la portería, parece un gol seguro, pero uno de los niños serpiente que ahora ha mutado en hombre de hielo, se pone en su camino y se lleva un pelotazo. No ha sido gol.
El juego sigue; parece que tanto el hombre de hielo como el jugador de fútbol tienen asumidas estas interferencias con total normalidad. Unas bicis. Una niña en patines y a su vez subida en un patinete. Vuelvo a mirar para la portería de los dos porteros. Ahora también hay algo parecido a un partido de baloncesto en ese sitio; cuando el balón está lejos de su portería, uno de los porteros aprovecha para recoger bellotas del suelo con un grupo de niños más pequeños que están sentados bajo el árbol. Es el momento de hacer un recuento: en el mismo espacio tenemos tres partidos, dos de fútbol y uno de baloncesto con, al menos, cinco pelotas, unos recolectores de bellotas ayudados por uno de los porteros, un grupo de patinadores impredecibles (uno de ellos además se mueve controlando un balón con el patinete), unas niñas que juegan a llevar una pelota sin salirse por las líneas de las baldosas, el escuadrón de hombres de hielo ahora juegan a camuflarse detrás de unos maceteros grandes y a esconderse en los relieves de la fachada de la iglesia.
Un balón pasa rozando una de las farolas que hace de poste, donde hay un vigía que ha trepado para avistar a los padres, a quienes ve tranquilos, casi todos en la zona de bancos, algunos leen, otros hablan, aquel no para de dar gritos, este escribe en un cuaderno…

Tengo que marcharme, pero las acciones siguen y siguen, cambian, se transforman, cruzan, se superponen, atraviesan una y otra vez todo el espacio, todas a la vez, todas al mismo tiempo. El espacio, al fin, es suyo.

En Plaza del Salvador, Valladolid, 6 de Octubre de 2014

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