#enConstrucción

Con motivo del Día mundial de la Arquitectura…

Me apetece contaros las sensaciones de mi trabajo que más se aproximan a la idea que yo tenía en origen sobre vivir la Arquitectura.

Y todas giran en torno a la experiencia de ver crecer una obra. Obras pequeñas o grandes, todas se viven intensamente, todas te aportan aprendizaje.

La relación con Valladolid radica en que han sido concebidas y paridas aquí en la ciudad, aunque en algún caso tengan lugar poco más allá del límite provincial. Lo que me interesa relatar es la experiencia en sí más que las obras concretas.

Para mi actualmente esta parte de la profesión resulta atractiva, la afronto con ganas, no tengo la sensación de trabajo, lo cual pienso que es el ideal de cualquier oficio. Empieza la historia conociendo a una constructora, nuevos personajes que entran en mi vida y con los que voy a compartir un proyecto común durante unos meses o años.

Como en toda relación, existe una distancia inicial que hay que superar, y que a medida que se suceden las visitas de obra se va profundizando y conociendo las virtudes y defectos del contrario. Hay momentos de tanteo mutuo, de compañerismo y en alguna ocasión, más bien pocas, de enfrentamiento. Pero principalmente, lo que ocurre es que vas descubriendo juntos los intríngulis que te ofrece ese monstruo que creías tener controlado desde el papel.

Ese aspecto de la “doma” del ser que está creciendo bajo tus pies, es precisamente el que hace más interesante la historia. La sensación de que no todo está controlado. A pesar de haber repasado el proyecto una y otra vez, labor que en el mejor de los casos también lo ha hecho tu jefe de obra incluso más a fondo (como así ha sucedido en el gimnasio que estoy llevando en Cuéllar), la cosa siempre te da un coletazo imprevisto en la cara. Entonces tienes que agudizar tu ingenio, con o sin la ayuda de tus compañeros de viaje, para volver a encauzar las aguas que tienden a buscar resquicios por donde escaparse de manera fácil y cómoda. Pero es precisamente la sorpresa lo que aleja esta labor de lo rutinario y mecánico.

No negaré que la mayor satisfacción llega cuando finalmente recuperas el control y aquel “ser” se parece bastante a lo que en origen debía ser. Aunque esto no siempre ocurre…

La otra compañera de viaje que también entra en escena (realmente siempre ha estado allí, y de hecho es la causante de la historia), es la Propiedad. Tu cliente es el personaje principal, aunque unas veces tiene más protagonismo que otras. Su papel más importante debería localizarse en el “antes” de la obra, y en el final (feliz) de la misma. Todo se complica cuando el protagonismo también se hace presente en el “durante”, y el guion de la obra intenta emular el triple salto mortal con tirabuzón y doble pirueta.

Pero estas situaciones también hacen apasionante la labor de dirigir una obra.

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