Residencia para mayores en Aldeamayor
Ha escrito este artículo: Pedro Iván Ramos
Valladolid es la provincia con la orografía más homogénea de la Península Ibérica. El máximo desnivel es de 300 metros y se da en algún punto entre el páramo y el cauce de uno de los ríos que la surcan.
La horizontalidad, la llanura y la aridez del terreno caracterizan la máxima representación del ancho paisaje castellano que podemos encontrar y es en este entorno arquetípico donde se posa el edificio proyectado por Óscar Ares a las afueras de Aldeamayor de San Martín. En un entorno yermo y salino donde apenas el verdor de pinares cercanos evitan que pudiera convertirse en el escenario de una nueva y apocalíptica entrega de Mad Max.
Decimos que el edificio se posa porque frente a la inmensidad plana y cuasi desértica de su entorno, un prisma levemente tallado por elementos de acceso e iluminación y matizado por un tratamiento estriado a base de bloques de hormigón blanco en masa parece no tocar el suelo marcando una sutil pero intensa frontera con el lugar donde se ubica, reinterpretándolo.
El exterior de esta pieza es abstracto y duro, como el entorno. Una barrera aparentemente infranqueable para proteger un interior que se tornará amable, cálido y complejo. Pero esa barrera deja entrever que es tan solo un cascarón protector. En la lejanía mediante las copas de las acacias que en poco tiempo sobresaldrán por encima de la cubierta y una vez acercándonos al edificio a través de las transparencias que se establecen en determinados puntos entre el exterior y el patio interior hacia el que se vuelca el edificio.
La severa geometría exterior contrasta con la complejidad interior. Las habitaciones se generan como pequeñas células que se aglutinan de forma orgánica en torno a ese patio creando zonas instersticiales y de relación, tanto hacia el propio patio como al interior donde el deambulatorio perimetral que supone el pasillo se convierte en un lugar rico en matices y espacios a la manera de un pequeño pueblo donde sus habitantes puede hablar a la puerta de sus habitaciones-casas huyendo así de la clásica configuración de este tipo de centros más parecida a lúgubres hospitales que a edificios agradables y acogedores.
Estas células habitacionales configuran los recorridos internos del edificio y conviven con las zonas comunes: sala de actividades, gimnasio, comedor, consultas médicas… y la gran sala donde una cuidada espacialidad y la iluminación natural crean un ambiente plácido y seductor.
Toda la obra se ha regido por el uso de materiales sencillos y de coste contenido que se dignifican gracias a un inteligente uso de los mismos creando una arquitectura sin alardes en la que la geometría, la espacialidad, la luz y un cuidado tratamiento cromático y de texturas hacen un interior cálido y acogedor protegido por un límite abstracto y rítmico hacia el exterior.
Fotos cortesía de Pedro Iván Ramos Martín