CENTRO DEPORTIVO Y CULTURAL NIARA
Ha escrito este artículo: Pablo Guillén
Este proyecto pertenece a una serie de obras de los mismos autores en la que se indaga sobre la masividad liberadora del espacio que convierte en protagonista a aquello que “no se hace”. Ese “espacio en blanco”, en forma de patios, sustracciones o vacíos, que articula todo el edificio. La luz se administra mediante aberturas indirectas y singulares. La estructura se resuelve con grandes elementos superficiales, que se manifiestan en cerramientos de gran espesor donde se acumulan elementos de almacenamiento, equipamiento, acondicionamiento y entradas de luz.
Gracias a ésta acumulación de masa portante se liberan grandes paños de fachada, con los que gestionar sombras y transparencias de singular valor plástico. La fábrica de ladrillo armada, en color rojo, permite conseguir la pretendida continuidad sobre la que abrir huecos significativos, al tiempo que se resuelve toda la operación con una única pieza cerámica y permitiendo una gran economía de medios desde la que abordar y potenciar planteamientos de ahorro pasivo de energía que nos interesan especialmente.
El Centro Deportivo Niara necesitaba un espacio propio donde desarrollar sus actividades. Encontrado el solar oportuno en un entorno residencial periférico poco denso y fácilmente accesible, la Fundación Schola decidió unificar en un solo edificio gran parte de sus ámbitos de actuación, dando forma así a un programa complejo de necesidades en el que se incluyen un área educacional y de ocio de niños en dos etapas formativas diferenciadas -“pequeños” y “mayores”-, una zona separada para las actividades y reuniones de los padres, un área de gestión administrativa, otra residencial y un bloque de servicios independiente. Todo ello se dispone en torno a la capilla, que junto al polideportivo se convierte en el espacio nuclear de la propuesta.
Ocupando extensivamente la parte del solar con frente a la calle Barcelona y asomándose al parque público que en ella se encuentra, se decide que esa heterogeneidad y complejidad del programa se muestre formalmente en el edificio y se incluyen en él una serie de espacios abiertos, una suerte de espacios “urbanos” de los que adolece el entorno: un soportal por el que se articula el acceso a todo el conjunto desde el viario público, una plaza que desde el primer día se ha manifestado como el vestíbulo del centro y un pequeño jardín en el que encontrar sosiego y esparcimiento.
En contraste con el aspecto masivo y denso del exterior del edificio, estos espacios se disponen concatenados, permitiendo visuales diagonales que generan distintos grados de relación en continuidad entre los espacios interiores y los exteriores, con amplias secuencias espaciales que permiten, por ejemplo, contemplar el juego de la pista polideportiva desde el escaparate del soportal, desde la plaza, desde el mirador en voladizo que la preside…, todo ello posibilitado por la disposición asimétrica del graderío del polideportivo y la decisión de situar la pista en planta sótano, inducida por las características geotécnicas de la parcela que mostraban la economía y conveniencia de hacer un gran vaciado.
Fotos cortesía de p. guillén + f. zaparaín