No voy a empezar por decirles lo que tienen delante. Muchos, sobre todo aquellos que viven en Valladolid, ya saben de qué voy a hablar. O lo reconocerán conforme vean la imágenes. Y no voy a decirlo porque quiero, dentro de lo posible, alejarme de prejuicios.
No me interesa lo legal, lo económico ni lo urbanístico. Si me apuran, ni siquiera lo arquitectónico.
Hoy prefiero hablar del tiempo (del «time», no del «weather», para que me entiendan).
Hoy vamos a acercarnos por la puerta trasera, esquivando unas zarzas (pocas) y pasando por un agujero en una verja. Sí, eso que hacíamos todos cuando éramos críos simplemente por la emoción y que ahora sólo hacen si allí hay un pokemon o, como es el caso, un sitio donde hacer botellón sin molestar ni ser molestado.

Hace al menos 20 años que conozco la existencia de ese edificio y 9 que vivo muy cerca. Y la verdad es que nunca se me había ocurrido acercarme. Hace unos meses se difundió la noticia de que iban a demolerlo (y hoy sigue en pie), así que me decidí a pasar por allí para curiosear, y hacer unas fotos, que es más o menos lo mismo.
Tengo que decirlo, es una pena. No por el edificio en sí, que no tiene nada de especial con la excepción de las vistas, sino por aquello en lo que se ha convertido: una muestra de adaptación al paso del tiempo.

Lo que se suponía que iba a ser una vivienda nunca llegó a serlo, según el concepto tradicional de vivienda. Nunca ha habitado allí nadie, aunque suponemos que dormir si ha dormido más de uno. Vivir sí. Allí ha vivido mucha gente. Pintando, charlando, bebiendo y fumando, sentados frente a esas vistas, y dedicados a otro tipo de pasatiempos más o menos políticamente correcto… más bien menos.
Es decir, la arquitectura, con el paso del tiempo, ha adquirido su función.

Y bajo mi punto de vista, que no tiene porqué coincidir con el de nadie, se ha adaptado de una forma bastante digna.
Ahora mismo esa arquitectura pensada para habitar se ha convertido en una pieza mutable y cambiante, un lienzo sobre el que pintar, con más sentido de objeto urbano y de pertenencia al lugar.

Por extraño que pudiera parecer, cuando uno se acerca no tiene la sensación de que se encuentre fuera de lugar. Es algo que parece que siempre ha estado ahí.

¿Se trata, llegado este punto, de una arquitectura errónea? ¿De una edificio prescindible? Probablemente en su día lo fue. Pero el tiempo lo ha dignificado, lo ha convertido en una ruina útil, un objeto presente.
No podemos obviar condiciones de seguridad y de salubridad pero ¿de verdad hay que demoler algo que el tiempo ha dotado de sentido por sí mismo? Si somos capaces de convertir en patrimonio las ruinas de un castillo o un monasterio ¿porqué no esta ruina urbana?